martes, mayo 16, 2006

recuerdos de Avignon


Creo que soy friolera debido al lugar donde nací, Nans-les-Pins, un lugar pintoresco en los Bajos Alpes.Mi madre me comentó que todos los años nevaba, pero yo, que tengo un recuerdo muy vago del blancor del paisaje, sólo revivo el frío invernal.Así, prefiero derretirme en una noche de verano y no pensar en el duro invierno que tendrá que volver una y otra vez.Al cumplir tres años, nos mudamos a las afueras de Aviñon donde el sol calentaba más.Empecé a formar parte del Puentecito, pues así se llamaba mi pequeña ciudad y allí se desarrolló mi pequeña vida.Siempre fui una niña “mignone” que nunca rompió un plato.Junto a mi, otras niñas se pegaron o quizás fuera yo que me pegara a una de ellas. Lo cierto de todo esto es que formábamos un ramito de niñas pequeñas y buenas. Todas diferentes, pero todas unidas por el mismo tronco, nuestra gran torre, que se elevaba, imponente en nuestro pequeño barrio.Mi memoria podría nombrar a las dos Martines, Sylvie, Sylvette y a Sonia.De todas ellas permanece lo que me impactó en un día cualquiera. Tuvo que ser así porque sólo recuerdo la gordura de una de ellas, las largas uñas de la madre de otra, la belleza angelical de Syvie y de Sonia, su sonrisa.Sonia se parecía a mi, menos en una cosa, ella era italiana y vivía cuatro pisos más abajo.
Mi gran edificio se componía de humanos, que un buen día emigraron de su país. Todos formábamos un pequeño mundo extraño pues convivían españoles, junto a franceses, italianos, portugueses, árabes. Eran los años setenta. Las grandes oleadas se habían iniciado tiempo atrás y mi familia se vio arrastrada como otra más.
Hubo un tiempo que viví en El Puentecito, hubo un tiempo que viví cerca de la sonrisa de Sonia

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